Vanguardia Ética Animal: entrenar o no entrenar.

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Extracto recibido en español por David Castro, de un artículo escrito por Francesco De Giorgio, publicado en las actas de la Conferencia de EurSAFE 2016.

Con respecto a nuestra coexistencia moderna con los animales no humanos, aunque los tiempos cambian, los conceptos evolucionan y la conciencia aumenta, una ética de vanguardia en la ciencia animal también debe cuestionar por qué todavía los entrenamos, en la investigación, así como en otras dimensiones de la sociedad humana. Por lo tanto, aparte del razonamiento antropocéntrico relacionado con el uso de los animales, más que la comprensión de los animales, ¿por qué entrenamos animales no humanos? Muy a menudo, el entrenamiento con animales se confunde con el aprendizaje con animales.

Sin embargo, la inteligencia no es lo mismo que la capacitación. Lo que parece como aprendizaje durante los ejercicios de entrenamiento es esencialmente una ejecución automática de comportamientos condicionados. A diferencia del condicionamiento, aprender significa hacerse dueño de una experiencia. Es una propiedad proactiva de la experiencia que surge de una percepción cognitiva de esa experiencia. Aprender así no viene de ser condicionado o desensibilizado.

El concepto de condicionamiento operante, que es generalmente la base para el entrenamiento de los animales, radica en una matriz conductista. Durante muchos años, el paradigma conductista, tanto en sus modelos interpretativos como en sus diversas formas de aplicación, se discute como un paradigma cartesiano. Sin embargo, aunque la perspicacia científica y los datos sobre el lado emocional-cognitivo en los animales continúan aumentando, la tendencia de aplicar el condicionamiento operante en la práctica cotidiana que se centra en los protocolos de estímulo-respuesta se ha convertido en el lenguaje predominante cuando se interactúa con Animales. La tendencia es crear una interacción más “humana”, con el riesgo de integrar el conocimiento moderno sobre la cognición animal en una manipulación más sofisticada de la mente del animal.

Para crear espacio para la expresión y percepción de la alteridad, debemos centrarnos en preservar un enfoque cognitivo-afiliativo del aprendizaje, preservando la subjetividad y el patrimonio mental y emocional de otros animales, en lugar de entrenarlos para controlar su comportamiento. Debemos centrarnos en determinar cómo preservar las expresiones espontáneas que preservarían el contexto social adecuado para los animales individuales, preservarían su curiosidad hacia el mundo y preservarían la capacidad de hacer elecciones a través de sus propias fuentes internas auténticas.

Entender la subjetividad animal no humana y la cognición animal en general, significa comprender que tienen un mundo que descubrir. Un ambiente que no se fija en encajarlos en nuestras ideas de convivencia, sino que se centran en su alteridad, en su atención, en la experiencia compartida, permitiendo que nuestra sociedad se desarrolle de una manera que incluya todas las diferentes formas de ser en el mundo, no por adaptación, pero por inclusión (De Giorgio J., 2015).]